En esta época del año, los chiringuitos proliferan como setas a lo largo de todas las costas, y es que la idea de un refresco helado bajo la sombra de unas maderas al lado del mar, es todo lo algunos humanos necesitamos para desconectar y sentirnos en el paraíso.
Me encantan y en mi caso, lo de menos es la arquitectura del chiringuito; desde los de madera y paja con sillas nefastas en las que resulta imprescindible una toalla para sentarse, hasta los más actuales con sofás y cheslongs en los que te sientes como una reinona. Tampoco me parece demasiado importante si el plato es de duralex, de porcelana o si las servilletas son de papel, su emplazamiento privilegiado y sus vistas compensan la falta de muchos detalles.
Pero hay algo que olvidamos cuando nos dejamos llevar y es que en los chiringuitos se sirve comida y bebida, y que "con mantel o si el nos sentamos en una mesa" y aunque suene un poco anticuado, por respeto a los demás y por saber estar no deberíamos hacerlo en ropa de baño.
No estoy hablando de un niña pequeña a la que el helado se le deshace y le caen churretones de fresa por el ombligo, probablemente habría que sacar la cámara e inmortalizar ese momento mágico; sino de esa misma escena trasladada a cualquier persona adulta.. (ha perdido un poco de encanto, verdad?) La mesa no es el lugar para presumir de pecas, acné, músculos, pecho o vello..; sino el primer lugar en el que se descubre la educación de las personas y si además acertamos con una prenda de estilo, seguro que conseguimos "la foto del verano".
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